CONVERSANDO CON EULER
Por: Randy Wynta Banton
Nacido el 15 de abril de
1707, en Basilea, Suiza.
Fallecido el18 de
septiembre de 1783, en St.Petersburg, Rusia.
¡Hola Leonhard!
¡Hola Randy!
Hablemos un poco de ti Euler.
¡Me parece bien!
Euler: De niño vivía en los
alrededores de Basilea, mi padre fue un clérigo, muchos me decían que tenía un
talento natural para las matemáticas y eso se evidenció pronto por mi afán y la
facilidad con que dominaba los elementos, bajo la tutela de mi padre.
Randy: ¡Cierto! Supe de eso, además de que a edad temprana fuiste enviado a la Universidad de Basilea, donde atrajiste la atención de Jean Bernoulli. Inspirado por un maestro maduraste rápidamente y que a los 17 años de edad cuando te graduaste de Doctor provocaste grandes aplausos con un discurso probatorio en el que comparabas los sistemas cartesiano y newtoniano.
Euler: Si Randy muy cierto eso, de hecho mi padre deseaba que ingresara
en el sagrado ministerio, y me orientó hacia el estudio de la teología, pero
abandonó esa idea cuando vio que mi talento iba en otra dirección y me autorizó
a reanudar mis estudios favoritos y, a la edad de diecinueve años, envié dos
disertaciones a la Academia de París, una sobre arboladura de barcos, y la otra
sobre la filosofía del sonido, los mismo marcaron el comienzo de mi carrera.
Es por esta época que
decido dejar mi país nativo, a consecuencia de una aguda decepción, al no
lograr un profesorado vacante en Basilea. Así, es como en 1727, año de la
muerte de Newton, parto a San Petersburgo, para reunirme con mis amigos, los
jóvenes Bernoulli, que me habían precedido allí algunos años antes .
Randy: Si según investigué, en el camino hacia Rusia, te enteras de que
Nicolás Bernoulli había caído víctima del duro clima nórdico; y el mismo día
que pusiste un pie sobre suelo ruso murió la emperatriz Catalina,
acontecimiento que amenazó con la disolución de la Academia, cuya fundación
ella había dirigido. Y que es ahí cuando te desanimas y estuviste a punto de
abandonar toda esperanza de una carrera intelectual y alistarte en la marina
rusa. Pero, felizmente para las matemáticas, obtuviste la cátedra de filosofía
natural en 1730, cuando tuvo lugar un cambio en el sesgo de los asuntos
públicos y en 1733 sucediste a tu amigo Daniel Bernoulli, que deseaba
retirarse, y el mismo año te casaste con Mademoiselle Gsell, una dama suiza,
hija de un pintor que había sido llevado a Rusia por Pedro el Grande.
Euler: Sí, y dos años más tarde efectué en tres días la resolución de un
problema que la Academia necesitaba urgentemente, pese a que se le juzgaba
insoluble en menos de varios meses de labor. Pero el esfuerzo que realizé tuvo
por consecuencia la pérdida de la vista de uno de mis ojos. Pese a esta
calamidad, prosperé en mis estudios y descubrimientos; parecía que cada paso no
hacía más que darme fuerzas para esfuerzos futuros. Hacia los treinta años de
edad, fuí honrado por la Academia de París, recibiendo un nombramiento;
asimismo Daniel Bernoulli y Collin Maclaurin, por sus disertaciones sobre el
flujo y el reflujo de las mareas. La obra de Maclaurin contenía un célebre
teorema sobre el equilibrio de esferoides elípticos; la mía acercaba bastante
la esperanza de resolver problemas relevantes sobre los movimientos de los
cuerpos celestes.
En el verano de 1741, el
rey Federico el Grande me invitó a residir en Berlín. Invitación que acepté y viví
en Alemania hasta 1766. Cuando acababa de llegar, recibí una carta real,
escrita desde el campamento de Reichenbach, y poco después fui presentado a la
reina madre, que siempre había tenido un gran interés en conversar con hombres
ilustres.
Randy: Si de eso me contaron
algo cómico, se cuenta que ella intentó que estuvieras a sus anchas pero nunca
logró llevarte a una conversación que no fuera en monosílabos. Y que un día te
preguntó el motivo de esto, y replicaste: "Señora, es porque acabo de
llegar de un país donde se ahorca a todas las personas que hablan"
jajajaja.
Euler: Así mismo y durante mi
residencia en Berlín, escribí un notable conjunto de cartas, o lecciones, sobre
filosofía natural, para la princesa de Anhalt Dessau, que anhelaba la
instrucción de un tan gran maestro. Estas cartas fueron un modelo de enseñanza
clara e interesante. Mi madre viuda vivió también en Berlín durante once años, siendo
atendida por mí y disfrutando del placer de verme universalmente estimado y
admirado. En Berlín, intimé con M. de Maupertuis, presidente de la Academia, un
francés de Bretaña, que favorecía especialmente a la filosofía newtoniana, de
preferencia a la cartesiana. Su influencia fue importante, puesto que la
ejerció en una época en que la opinión continental aún dudaba en aceptar las
opiniones de Newton. Maupertuis me impresionó mucho con su principio favorito
del mínimo esfuerzo, que yo empleaba con buenos resultados en mis problemas
mecánicos.
Randy: Es evidente que un hecho que habla mucho en favor de la estima que te tenía, es que cuando el ejército ruso invadió Alemania en 1760 y saqueó una granja que te pertenecía, y el acto llegó al conocimiento del general, la pérdida fue inmediatamente remediada, y a ello se añadió un obsequio de cuatro mil florines, hecho por la emperatriz Isabel cuando se enteró del suceso.
Euler: Si, el por ello que en
1766 vuelvo a San Petersburgo, para pasar allí el resto de mis días, pero poco
después de mi llegada perdí la vista del otro ojo y durante algún tiempo, me vi
obligado a utilizar una pizarra, sobre la cual realizaba mis cálculos, en
grandes caracteres. No obstante, mis discípulos e hijos copiaron luego mi obra,
escribiendo las memorias exactamente como se las dictaba yo.
Randy: Sin duda alguna una
obra magnífica, que era en extremo sorprendente, tanto por tu esfuerzo como por
tu originalidad. Poseias una asombrosa facilidad para los números y el raro don
de realizar mentalmente cálculos de largo alcance. Recuerdo que en una ocasión,
cuando dos de tus discípulos, al realizar la suma de unas series de diecisiete
términos, no estaban de acuerdo con los resultados en una unidad de la
quincuagésima cifra significativa, se recurrió a ti y hiciste el cálculo
mentalmente y su decisión resultó ser correcta.
Euler: En realidad pasé por
grandes cosas, en 1771, cuando estalló un gran fuego en la ciudad, llegando
hasta mi casa, un compatriota de Basilea, Peter Grimm, se arrojó a las llamas, y
me descubrió ciego, y me salvó llevándome sobre sus hombros. Si bien se
perdieron los libros y el mobiliario, se salvaron mis preciosos escritos. Continué
mi profuso trabajo durante doce años, hasta el día de mi muerte, a los setenta
y seis años de edad.
Randy: Muchas gracias por
charlas conmigo un rato y comentarme de tú vida, sin duda fuiste como Newton y
muchos otros, un hombre capacitado, que estudió anatomía, química y botánica.
Como se dice de Leibniz, podrías repetir la Eneida, del principio hasta el fin,
e incluso podrías recordar las primeras y las últimas líneas de cada página de
la edición que solías utilizar. Esta capacidad parece haber sido el resultado
de tu maravillosa concentración, aquel gran elemento de tu poder inventivo, del
que el mismo Newton ha dado testimonio, cuando los sentidos se encierran en
intensa meditación y ninguna idea externa puede introducirse. La apacibilidad
de ánimo, la moderación y la sencillez de tus costumbres fueron tus
características. Tu hogar era tu alegría, y te gustaban los niños. Pese a tu
desgracia, fuiste animoso y alegre, poseiste abundante energía; como ha
atestiguado tu discípulo M. Fuss, "tu piedad era racional y sincera; tu
devoción, ferviente".
Biografía