El profesor tradicional y el docente del futuro
Por Randy Wynta Banton
Desde antes de nuestra
concepción, es sabido que cada uno de nosotros nacerá con aptitudes distintas,
con formas diferentes de percibir las cosas y más aún, con formas propias y distintas
de actuar ante los acontecimientos que en el mundo se nos presentan; tomamos un
rumbo en la vida de acuerdo con nuestra forma de ver el mundo y de las
oportunidades que este nos ofrece según nuestras competencias. Igual sucede
cuando elegimos alguna profesión, podemos estar todos desarrollándonos dentro
de ella; pero sin duda, no lo hacemos de la misma forma y en el ejercicio de la
docencia pasa igual.
Cada docente tiene su
forma especial de transmitir su conocimiento, muchas veces esto depende de
varios factores, su edad, su contorno, su casa de enseñanza, la aptitud de sus
estudiantes, su propio dominio del tema y las herramientas con las que el mismo cuenta para propulsar su labor; sin
duda este unos de los principales factores que nos hacen poder distinguir
entre un profesor tradicional y el
docente del futuro.
Se comenta que en entre
las décadas de los 60’s y 80’s en nuestro país los docentes tenían una forma
distinta de ejercer la docencia, no eran solo vistos como los docentes sino que
también tenían casi los mismos derechos que un padre sobre los estudiantes, se imponían
castigos; algunos más fuertes que otros, pero sin duda la disciplina era el
factor preponderante, tanto así que los docentes velaban a toda costa porque
que esta siempre reinara en los salones de clase.
En su mayoría los
docentes fueron en sus tiempos estudiantes sobresalientes, que habiendo acabo
la secundaria ya fungían como docentes; en esos tiempos no se contaba con avances
tecnológicos ni con infraestructuras lujosas, los cálculos siempre fueron a
mano y en ocasiones no se contaba ni tan siquiera con un libro de texto.
Los profesores
tradicionalmente impartían sus lecciones con ayuda de un pizarrón que en esos
tiempos era de tamaño variable al igual que la cantidad de estudiantes a los
que se les daban las lecciones y el lugar en el que se impartían las mismas.
Se decía que los
profesores siempre tenían la razón, eran los poseedores de la verdad y por ende
eran incuestionables, se hacia lo que el profesor decía sin titubear, sin
cuestionar una orden y basta.
Las clases siempre
eran magistrales, con el profesor exponiendo la materia a sus estudiantes un
proceso rígido pero que por las condiciones de esos tiempos no permitía hacer
un cambio.
El profesor era visto
como aquel que se encargaba de enseñar a los hijos de otros y con potestad para
“educar” o “disciplinar” a esos niños. El ambiente en ocasiones un tanto frio;
y es que no se pensaba que no cualquiera podía ser educador, algunos lo eran
por no encontrar cabida en ningún otra disciplina, otros por tradición
familiar, algunos por gusto por la enseñanza y algunos otros por vocación,
entre otras razones.
El docente tradicionalmente
presentaba la materia a sus estudiantes en un pizarrón, mostraba ejemplos y
posterior a ello asignaba ejercicios a sus estudiantes sin que se diese el más mínimo
roce o contacto entre él y sus estudiantes distinto al de meramente transmitir
su conocimiento, no se preocupaba por la salud emocional de sus estudiantes y
por tanto no se tomaban la molestia de interactuar con ellos en un plano
distinto.
Con el pasar del
tiempo esto se fue haciendo más evidente y se empezaron a hacer cambios, los
profesores se empezaron a involucrar más con sus estudiantes pero el proceso de
enseñanza seguía siendo el mismo, aquel caracterizado por el empleo de tiza, un
pizarrón y los estudiantes como entes pasivos escribiendo lo que su docente les
indicaba.
Los exámenes eran hechos
a mano por los docentes y hasta en ocasiones las ilustraciones que en ellos se
encontraban que no siempre eran las mejores.
Se trabajaba entonces
con ejercicios de cantidad reducida y el profesor se limitaba a exponer sus
conocimientos haciendo más notoria la necesidad de un cambio en ese proceso
mecanizado y rutinario que cortaba la creatividad desde la raíz y no permitía
desarrollar las competencias individuales a plenitud, se quería entonces ya no
solo transmitir el conocimiento, sino fungir como un mentor o un guía en ese
proceso de enseñanza aprendizaje en el que se encontraban inmersos.
Y es que el principal problema
era que los profesores al ser considerados poseedores de la verdad llegaron al
punto de simplemente no aceptar ningún comentario negativo sobre su labor, los
estudiantes no podían corregir ninguna actividad realizada por ellos ya que
eran castigados o simplemente ignorados.
Poco a poco se
empiezan a ver cambios, se incorporan a las clases las construcciones geométricas
con papel de construcción, experimentos científicos, bombas, cantos, bailes,
concursos de deletreo, oratoria y otras actividades de esparcimiento; los
docentes empiezan a ver otras formas de educación, vinculan la naturaleza a sus
lecciones y dan paso a convertirse no solo en educadores sino en educandos comprenden que no solo deben enseñar sino que
también en ese proceso ellos aprenden.
Con el paso del tiempo
al ir viendo las dificultades a las que muchos estudiantes se enfrentan y al
descubrir que no hay una “única” forma de enseñanza se empieza a hablar de las
inteligencias múltiples y la importancia de dar a los estudiantes diferentes
formas en las que los mismos puedan adquirir y construir su propio conocimiento.
Ya no solo se reciben lecciones con ayuda de tiza y un pizarrón, ya empiezan a
surgir avances tecnológicos que a la postre vienen a ayudar a que el proceso de
educación evolucione y brinde más y mejores opciones de enseñanza.
Se introduce en las
escuelas y colegios la enseñanza de la computación o el uso en sí de un
computador y se empieza a ver que este tiene una gran aceptación por parte de
los estudiantes, se trata ahora de capacitar a los demás docentes en el uso de
las mismas con el fin de que puedan emplearlas para renovar sus lecciones y
darles un toque más atractivo ante los ojos de los estudiantes, quienes día a
día van canalizando todos los avances tecnológicos que van surgiendo.
Sin duda no es un
proceso fácil y existen quienes ya acostumbrados a su forma de enseñanza por
tanto tiempo se opondrán y oponen resistencia a este cambio, la incursión del
computador al salón de clase y de actividades más interactivas, de grupo, con comunicación
con el profesor permitiendo una atmosfera de confianza y calidez es lo que se
requiere.
Aunado a esto se ve
como otros profesores poco a poco empiezan a ver en el computador un elemento
muy oportuno para volver a captar la atención de sus estudiantes y no es solo
esto sino que tradicionalmente los estudiantes eran vistos como un todo sin
aludir a sus diferencias; ahora se espera que el profesor del futuro sea aquel
que tenga la capacidad para ver tales diferencias y realizar las adaptaciones curriculares
que exijan esas peculiaridades y/o características individuales de cada
estudiante y de cada grupo social al que se enfrente ya el mismo en su quehacer
tiene y tendrá que tratar con grupos humanos complejos y plurales en los que encontrará
con minorías étnicas, religiosas, culturales y sociales. El aula y la
institución educativa fungirán como el espacio para el contacto entre esas culturas,
en el que el profesor tendrá que vigilar
y mediar en las interacciones que se den de manera que estas respeten las
diferencias y profundicen en la comprensión intercultural.
Se verá como la introducción
de la tecnología generará más cambios, esperemos que todos para bien;
induciendo a una mutación radical en los modos y métodos de enseñanza y en la
misma ecología del aula, por tanto este profesor del futuro deberá comprender
el proceso de enseñanza como un proceso evolutivo y por ende tendrá que tener
la capacidad de cambiar con flexibilidad y sin resistencias y promover estrategias
constructivas y en la nueva retórica de la comunicación, que permitan de esta
forma mejorar el proceso educativo desde todos sus puntos y favorecer aún más
que la educación en nuestro país llegue a convertirse en el modelo ideal de
educación que queremos ver.
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