lunes, 18 de junio de 2012


CONVERSANDO CON EULER
Por: Randy Wynta Banton

Nacido el 15 de abril de 1707, en Basilea, Suiza.
Fallecido el18 de septiembre de 1783, en St.Petersburg, Rusia. 

¡Hola Leonhard!

¡Hola Randy!

Hablemos un poco de ti Euler.

¡Me parece bien!

Euler: De niño vivía en los alrededores de Basilea, mi padre fue un clérigo, muchos me decían que tenía un talento natural para las matemáticas y eso se evidenció pronto por mi afán y la facilidad con que dominaba los elementos, bajo la tutela de mi padre.


Randy: ¡Cierto! Supe de eso, además de que a edad temprana fuiste enviado a la Universidad de Basilea, donde atrajiste la atención de Jean Bernoulli. Inspirado por un maestro maduraste rápidamente y que a los 17 años de edad cuando  te graduaste de Doctor provocaste grandes aplausos con un discurso probatorio en el que comparabas los sistemas cartesiano y newtoniano.

Euler: Si Randy muy cierto eso, de hecho mi padre deseaba que ingresara en el sagrado ministerio, y me orientó hacia el estudio de la teología, pero abandonó esa idea cuando vio que mi talento iba en otra dirección y me autorizó a reanudar mis estudios favoritos y, a la edad de diecinueve años, envié dos disertaciones a la Academia de París, una sobre arboladura de barcos, y la otra sobre la filosofía del sonido, los mismo marcaron el comienzo de mi carrera.
Es por esta época que decido dejar mi país nativo, a consecuencia de una aguda decepción, al no lograr un profesorado vacante en Basilea. Así, es como en 1727, año de la muerte de Newton, parto a San Petersburgo, para reunirme con mis amigos, los jóvenes Bernoulli, que me habían precedido allí algunos años antes .

Randy: Si según investigué, en el camino hacia Rusia, te enteras de que Nicolás Bernoulli había caído víctima del duro clima nórdico; y el mismo día que pusiste un pie sobre suelo ruso murió la emperatriz Catalina, acontecimiento que amenazó con la disolución de la Academia, cuya fundación ella había dirigido. Y que es ahí cuando te desanimas y estuviste a punto de abandonar toda esperanza de una carrera intelectual y alistarte en la marina rusa. Pero, felizmente para las matemáticas, obtuviste la cátedra de filosofía natural en 1730, cuando tuvo lugar un cambio en el sesgo de los asuntos públicos y en 1733 sucediste a tu amigo Daniel Bernoulli, que deseaba retirarse, y el mismo año te casaste con Mademoiselle Gsell, una dama suiza, hija de un pintor que había sido llevado a Rusia por Pedro el Grande.

Euler: Sí, y dos años más tarde efectué en tres días la resolución de un problema que la Academia necesitaba urgentemente, pese a que se le juzgaba insoluble en menos de varios meses de labor. Pero el esfuerzo que realizé tuvo por consecuencia la pérdida de la vista de uno de mis ojos. Pese a esta calamidad, prosperé en mis estudios y descubrimientos; parecía que cada paso no hacía más que darme fuerzas para esfuerzos futuros. Hacia los treinta años de edad, fuí honrado por la Academia de París, recibiendo un nombramiento; asimismo Daniel Bernoulli y Collin Maclaurin, por sus disertaciones sobre el flujo y el reflujo de las mareas. La obra de Maclaurin contenía un célebre teorema sobre el equilibrio de esferoides elípticos; la mía acercaba bastante la esperanza de resolver problemas relevantes sobre los movimientos de los cuerpos celestes.
En el verano de 1741, el rey Federico el Grande me invitó a residir en Berlín. Invitación que acepté y viví en Alemania hasta 1766. Cuando acababa de llegar, recibí una carta real, escrita desde el campamento de Reichenbach, y poco después fui presentado a la reina madre, que siempre había tenido un gran interés en conversar con hombres ilustres.

Randy: Si de eso me contaron algo cómico, se cuenta que ella intentó que estuvieras a sus anchas pero nunca logró llevarte a una conversación que no fuera en monosílabos. Y que un día te preguntó el motivo de esto, y replicaste: "Señora, es porque acabo de llegar de un país donde se ahorca a todas las personas que hablan" jajajaja.

Euler: Así mismo y durante mi residencia en Berlín, escribí un notable conjunto de cartas, o lecciones, sobre filosofía natural, para la princesa de Anhalt Dessau, que anhelaba la instrucción de un tan gran maestro. Estas cartas fueron un modelo de enseñanza clara e interesante. Mi madre viuda vivió también en Berlín durante once años, siendo atendida por mí y disfrutando del placer de verme universalmente estimado y admirado. En Berlín, intimé con M. de Maupertuis, presidente de la Academia, un francés de Bretaña, que favorecía especialmente a la filosofía newtoniana, de preferencia a la cartesiana. Su influencia fue importante, puesto que la ejerció en una época en que la opinión continental aún dudaba en aceptar las opiniones de Newton. Maupertuis me impresionó mucho con su principio favorito del mínimo esfuerzo, que yo empleaba con buenos resultados en mis problemas mecánicos.

Randy: Es evidente que un hecho que habla mucho en favor de la estima que te tenía, es que cuando el ejército ruso invadió Alemania en 1760 y saqueó una granja que te pertenecía, y el acto llegó al conocimiento del general, la pérdida fue inmediatamente remediada, y a ello se añadió un obsequio de cuatro mil florines, hecho por la emperatriz Isabel cuando se enteró del suceso.

Euler: Si, el por ello que en 1766 vuelvo a San Petersburgo, para pasar allí el resto de mis días, pero poco después de mi llegada perdí la vista del otro ojo y durante algún tiempo, me vi obligado a utilizar una pizarra, sobre la cual realizaba mis cálculos, en grandes caracteres. No obstante, mis discípulos e hijos copiaron luego mi obra, escribiendo las memorias exactamente como se las dictaba yo.

Randy: Sin duda alguna una obra magnífica, que era en extremo sorprendente, tanto por tu esfuerzo como por tu originalidad. Poseias una asombrosa facilidad para los números y el raro don de realizar mentalmente cálculos de largo alcance. Recuerdo que en una ocasión, cuando dos de tus discípulos, al realizar la suma de unas series de diecisiete términos, no estaban de acuerdo con los resultados en una unidad de la quincuagésima cifra significativa, se recurrió a ti y hiciste el cálculo mentalmente y su decisión resultó ser correcta.

Euler: En realidad pasé por grandes cosas, en 1771, cuando estalló un gran fuego en la ciudad, llegando hasta mi casa, un compatriota de Basilea, Peter Grimm, se arrojó a las llamas, y me descubrió ciego, y me salvó llevándome sobre sus hombros. Si bien se perdieron los libros y el mobiliario, se salvaron mis preciosos escritos. Continué mi profuso trabajo durante doce años, hasta el día de mi muerte, a los setenta y seis años de edad.

Randy: Muchas gracias por charlas conmigo un rato y comentarme de tú vida, sin duda fuiste como Newton y muchos otros, un hombre capacitado, que estudió anatomía, química y botánica. Como se dice de Leibniz, podrías repetir la Eneida, del principio hasta el fin, e incluso podrías recordar las primeras y las últimas líneas de cada página de la edición que solías utilizar. Esta capacidad parece haber sido el resultado de tu maravillosa concentración, aquel gran elemento de tu poder inventivo, del que el mismo Newton ha dado testimonio, cuando los sentidos se encierran en intensa meditación y ninguna idea externa puede introducirse. La apacibilidad de ánimo, la moderación y la sencillez de tus costumbres fueron tus características. Tu hogar era tu alegría, y te gustaban los niños. Pese a tu desgracia, fuiste animoso y alegre, poseiste abundante energía; como ha atestiguado tu discípulo M. Fuss, "tu piedad era racional y sincera; tu devoción, ferviente".

Biografía

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