Los valores en la historia de
la educación
Por: Randy Wynta Banton
Desde la antigüedad nuestros
padres, abuelos y en general nuestros antepasados han optado por el modelo de
educación en el que se nos trasmiten los valores que ellos consideran como
correctos y así difundirlos de generación en generación.
Ser padres o educadores
antes tenía otro significado, entonces:
¿Qué significaba antes ser
papás o educadores, y qué significa ahora ser responsables de la formación de
la juventud?
Es evidente que en la
actualidad el problema es serio porque han cambiado radicalmente la mentalidad
y el modo de ser de los jóvenes. ¿Para bien? o ¿para mal?... El tiempo tendrá
la palabra.
Nuestra realidad es que nos
enfrentamos a un hecho desconcertante, que tiene angustiadas a muchas familias,
las cuales se preguntan continuamente: ¿Qué hacemos? ¿Prohibir? ¿Ponernos
fuertes? ¿Dejar pasar? ¿Rendirnos?
Toda educación, pero sobre
todo la destinada a los niños y los jóvenes, mira necesariamente hacia el
futuro, pues tiene entre sus propósitos la formación de los adultos del mañana.
Mirar el futuro siempre ha resultado una tarea difícil para los educadores,
pues les exige ejercicios prospectivos que, por más "científicos" y
rigurosos, no dejan de ser ejercicios de adivinación.
Como siempre, miramos las
cosas con serenidad y con fundado optimismo. Nuestra juventud tiene unos
antivalores preocupantes, pero posee también unas cualidades envidiables o
valores que antes no se daban a su edad. Y la actitud nuestra será, junto con
una prudencia obligada, dar a los muchachos y muchachas la confianza que
merecen, con tal que esté sostenida en ellos por un gran sentido de
responsabilidad.
De
aquí la importancia de definir la educación en valores como un proceso de
desarrollo y construcción personal. Educar en valores significa encontrar espacios
para que el alumnado sea capaz de elaborar de forma racional y autónoma los
principios de valor, principios que le van a permitir enfrentarse de forma
crítica a la realidad. Además de acercarles a costumbres y comportamientos
relacionados con las normas y teorías que hayan hecho suyas, de manera que las
relaciones con los demás estén orientadas por valores como la justicia, la
solidaridad, el respeto y la cooperación.
La
educación en valores se apoya en la necesidad que tenemos las personas de involucrarnos
con determinados fundamentos éticos que son aptos para evaluar nuestras propias
acciones y las de los demás.
Durante
los últimos años estamos viviendo un notable aumento de problemas sociales,
como incremento de violencia, racismo, discriminación,… Cada vez son más
frecuentes las noticias relativas a sucesos violentos en las escuelas, hogares,
etc.
A medida que
aumentan estos problemas son más las personas que delegan a las escuelas tareas
y funciones para dar respuestas a dichos obstáculos sociales. La sociedad pide
que no se transmita simplemente conocimientos, si no que las escuelas formen a
personas capaces de vivir y convivir en sociedad, en un clima de respeto,
participación y libertad.
Pero
la responsabilidad de esta educación no está sólo en las escuelas sino también
en el conjunto de la sociedad.
Podríamos
reducir los valores que se presentan en la juventud actual en: su autenticidad
y la sinceridad, la libertad y la inconformidad.
Esto
ya que quieren demostrar, y de hecho
demuestran lo que son, sin unas fórmulas sociales convenidas que ellos
consideran hipocresía, quieren, reclaman y viven la libertad, sin ataduras que
ellos tienen por injustas; pero al mismo tiempo ofrecen también esa
responsabilidad que ellos creen necesaria y además demuestran su libertad ante
un mundo que no les gusta. Ciertas formas sociales las consideran vacías y
hasta hipócritas.
La política es para ellos un juego no limpio y de
aprovechados. Aspiran a una mayor solidaridad con las clases y los países menos
favorecidos, sin desigualdades que los
irritan. Las mismas prácticas religiosas las quieren con sentido más profundo y
sin tantos formulismos. Y en su fe, los jóvenes están dando muestras de una
piedad envidiable. Cuando se enamoran de Jesucristo -y son muchos los que lo
aman de verdad-, abrazan con generosidad todas las exigencias cristianas.
Todo esto son valores muy positivos y muy dignos de
tenerse en cuenta cuando vienen las quejas contra la manera de ser de nuestros
jóvenes.
Pero
también hay cosas negativas en nuestra gente joven, pero tampoco cerremos los ojos al ver los contravalores que crean esa
problemática tan preocupante.
En muchos se presenta la rebeldía de que
hacen gala en cada momento. No soportan ninguna autoridad. Los padres, los
educadores, los constituidos en autoridad, los que la naturaleza, la sociedad y
hasta el mismo Dios han puesto delante para guiarnos, son para a los jóvenes
casi unos enemigos. Otro antivalor es el desprecio de muchos valores morales,
en especial la desviación del amor en el orden sexual. Quizá no son los jóvenes
los responsables principales. Porque no hacen más que tomar ejemplo de lo que
ven hacer a los mayores. Los jóvenes se limitan a aprovechar lo que la sociedad
les ofrece.
La violencia en los jóvenes se puede
evitar educando en los valores.
Por
esa razón es que hoy en día en las escuelas se adoptan posturas sobre los problemas
actuales, se definen los valores que se quieren favorecer y los contravalores
que deben ser suprimidos. Estos valores son los que definen el fin principal de
la educación: ayudar en el pleno desarrollo de la personalidad de los alumnos y
alumnas.
Los
sistemas educativos actuales están introduciendo reformas curriculares en las
que destaca la preocupación por la ecuación en valores.
Esta necesidad de una educación cívica y moral, una
educación enfocada hacia la convivencia, la paz, la salud, etc. nos lleva a la
transversalidad.
Aunque no sólo la educación cívica y moral plantean
contenidos relativos a los valores. La educación sexual y para la salud, la del
consumidor, la educación medioambiental, la educación para la igualdad entre
personas de distinto sexo o la educación vial incluyen contenidos relativos a
conceptos y procedimientos, pero también se refieren sobre todo a valores y
actitudes.
Finalmente, es un antivalor muy preocupante la falta de fe y el abandono de Dios en que muchos jóvenes viven. Esto es lo peor
de todo. Porque, cuando hay fe, todos los otros males tienen remedio, ya que un
día u otro se llega a reflexionar en serio. Pero, si falta el fundamento de la
fe en Dios y de un destino ultraterreno, ¿qué se puede esperar?...
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